Es marzo y, cómo de costumbre, la Ciudad de México se pinta de morado. Acompañando a cientos de mujeres marchando, el violeta de las jacarandas es la joya de la corona este 8 de marzo.

En viernes, salir de la estación Insurgentes del metrobus linea uno es una labor titánica. El 8M, el doble. La plataforma ya está saturada al momento en que se abren las puertas para permitir el descenso de aún más personas. Cada metrobus que viene más lleno que el anterior. Nadie entra.

Todos los vagones se evacuan en su totalidad antes de emprender el camino de regreso, vacíos. Por la mañana, se interrumpió el servicio de diversos medios de transporte público en la zona centro de la Ciudad. Para participar en el 8M, toca caminar antes de marchar.

Si eventualmente logras pasar los torniquetes y bajar las escaleras, el calor del medio día te recibe con fuerza en cuanto pisas Glorieta de los Insurgentes. Una cacofonía de vendedores ambulantes repite un familiar cántico: «Lléveselo, lléveselo. 20 pesitos güerita.»

Si ignoráramos el púrpura feminista que impera sobre el ambiente, este viernes 8 de marzo podría ser un día más en la colonia Roma. El 8M se lucha para que algún día sea así.

8M: Fiesta, marcha y lucha

8M

Desde su proclamación oficial en 1975, cada 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Según su historia, uno esperaría que el 8M fuera un día de fiesta, tal y como fue concebido.

La presencia de diversos carteles con variaciones de la consigna: “No me felicites, respétame”; demuestran que no es así. Al menos, no aquí.

Entre vendedoras, carteles, merch e incontables mujeres, sería fácil perderse en esta marea púrpura. Por suerte, todas se dirigen al mismo destino.

Las oleadas de contingentes que emprenden el camino hacia el Angel de la Independencia parecen interminables. Y eso que ni siquiera han podido unirse a la marcha del 8M.

Infografía de Pictoline via X (antes Twitter)

Retumba la tierra.

Con tres cuadras de distancia restantes para llegar a Reforma, escenario principal de cada marcha, la escuchas. A una cuadra de la marcha, una niña pregunta a su madre si está temblando. A pesar de la inocente confusión, es difícil contradecirla estando tan cerca de la marcha.

Llámese energía, vibras, rabia… lo que sea. Este 8M retumban pasos, tambores, palmadas. El sonido ambiental de la Ciudad de México se vuelve obsoleto frente al clamor de miles de mujeres.

«¡Señor! ¡Señora! ¡No sea indiferente! ¡Se mata a las
mujeres en la cara de la gente!»

Consigna feminista del 8M

En México matan entre 10 y 11 mujeres al día. De acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, aproximadamente 2.6 de estos asesinatos diarios son investigados como feminicidios. Las consignas que resuenan hasta el Zócalo pasando por Bellas Artes, no son meras tonadas y exageraciones.

Un 8M no es suficiente

Desde bebés en carriolas hasta ancianas en sillas de ruedas. En familia, en pareja, entre amigas y desconocidas. Citadinas, foráneas y extranjeras. Con paliacates morados, verdes, negros. Sin ropa interior, o cubiertas por completo.

Cargando carteles, banderas y muñecas. Exigiendo justicia. Regalando flores. Grafiteando bardas de seguridad. Cantando. Gritando. Riendo. Llorando. El 8M hay todo tipo de mujeres.

@martibatres via X (antes Twitter)

Según conteos oficiales por parte de Secretaría de Gobernación y la Secretaria de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, 180.000 mujeres asistieron a la marcha de este año. Reforma se llenó de mujeres. Y faltaron muchas más.

De acuerdo con un reporte del Senado de la República; 27,133 niñas y mujeres fueron asesinadas de 2015 a 2022. Y el 70.1% de las mujeres a nivel nacional ha experimentado al menos un incidente de violencia en su contra.

En 2024, la participación en la marcha se duplicó respecto al año anterior. Aún así, no es suficiente. Ninguna marcha será suficiente hasta que en México; el 8M sea un día de fiesta, no de luto.