The Bikeriders es una balada romantizada de amor tribal, estilo forajido y la ilusión de la libertad, que pone en marcha tu motor desde el principio. Es un drama lleno de absurdidad y violencia, que narra el ascenso y la inevitable corrupción de un club de motociclistas del Medio Oeste desde los años 60s hasta principios de los 70s. No ocurre mucho, pero las personas son hermosas, al igual que sus motocicletas, bestias ruidosas que los miembros del club montan y montan en ese bucle familiar conocido como Nowheresville.

Jeff Nichols, el director, se inspiró en el estudio inmersivo de 1968 sobre los motociclistas de Chicago por el fotoperiodista Danny Lyon para la realización de esta cinta. Estas fotos en blanco y negro incluso aparecen en los créditos finales. La película combina el romance sombrío de un western a la antigua con la emoción de un drama de la mafia, pero, desafortunadamente, no llega a un punto mutuo de cocción.

La inspiración detrás de The Bikeriders

Imagen recuperada vía Revista Hush.

En los años 60, Danny Lyon documentó su aventura con el club real de Chicago, los Outlaws, en fotografías y grabaciones de audio, publicando The Bikeriders en 1968. Nichols recrea algunas de las fotografías originales y presenta a Lyon como un personaje secundario, interpretado por Mike Faist, quien le da la voz a Kathy mientras narra su vida de motociclista.

La película crea una clase de homenaje y apela a este estilo de vida de “rodar con la pandilla”. La edición y la cinematografía logran capturar el tono melancólico y romántico del libro de Lyon, haciendo que cada escena se sienta como una extensión de sus icónicas fotografías. La atmósfera visualmente atractiva ayuda a sumergir al espectador en el mundo de los Vandals. La combinación de todos estos elementos expone de forma evidente el amor de Nichols hacia el libro.

Actuaciones que cumplen, más no destacan

Imagen recuperada vía The Regal Stowmarket.

A pesar de tener tres pesos pesados, ninguna actuación destaca particularmente, aunque eso no significa que alguna flaquea. Los protagonistas, Austin Butler, Jodie Comer y Tom Hardy, cumplen con sus roles de manera competente, aunque sin brillar individualmente.

Hardy interpreta a Johnny, un camionero y fundador del club de motociclistas de Chicago de los años 60, los Vandals. Austin Butler da vida a Benny, un joven miembro del club que se enfrenta a la ley y cuyo altercado violento desencadena una serie de eventos cruciales para la trama. Jodie Comer es Kathy, la novia de Benny, que narra la historia y critica la absurda masculinidad del grupo, aunque también entiende su encanto.

Es como un paisaje, sucede poco pero se ve bien

Imagen recuperada vía Rolling Stone.

The Bikeriders elige retratar un estilo de vida que casualmente contiene un «triángulo amoroso». La relación entre Butler y Foster no se desarrolla mucho, pero mientras recuerdes que está ahí, no hay problema. Por otro lado, la de entre Butler y Hardy está un poco más desarrollada, aunque estoy siendo tremendamente generoso.

Nuestros tres protagonistas, a medida que transcurre la cinta, se sienten abandonados y sus relaciones parecen introducidas casi con calzador, sin explorarse lo suficiente como para ser realistas o merecidas. Este drama subdesarrollado y una trama hinchada y sin enfoque hacen que la película batalle para encontrar un punto claro.

Mucho estruendo poca gasolina

Imagen recuperada vía A.Frame.

A diferencia de los héroes de Easy Rider, los motociclistas en esta cinta no tienen un fin o una misión clara. Simplemente vagan, se reúnen para picnics, se pelean con otras pandillas y discuten sobre asuntos del club en un bar, ya saben chicos siendo chicos. La película retrata la vacuidad de su mundo, sin mostrar sus lugares de trabajo, ofreciendo una existencia de fin de semana como la de los reservistas del ejército. Lo cual acaba siendo más una crítica y estudio a este escape de la realidad al solo ser tu, los muchachos, la moto y el camino.

Si amas tu moto amarás esta cinta

The Bikeriders funciona bien como una exploración contemplativa de un estilo de vida, pero no como una película para ver un viernes con amigos. Aunque no dice nada terriblemente profundo, el filme hace un caso innegable por el placer de las cintas. Podría llegar a ser lenta y hasta transmitir la sensación de que no está pasando nada, pero para aquellos interesados en una balada romantizada de amor tribal y la ilusión de la libertad, esta película ofrece una experiencia visualmente rica y emotiva pero hasta ahí. Si de hecho eres parte de un club de motociclistas o eres afín a este estilo de vida, creo que disfrutas más la cinta al verte muy identificado con esta vida del camino.