“¡Hijo, escucha: tu madre está en la lucha!”, entonan acompañadas por lágrimas de dolor la más de 30 mujeres que, con pasión propia de una madre, se aventuran a recorrer 12 estados de México en búsqueda de hermanos, hijos, cuñados o vecinos que se perdieron en el camino hacia una mejor vida.

Tras 14 años de visitas a un país al que apenas conocen, las mujeres siguen con la esperanza colgada en el cuello y en el corazón. Cual collares, portan gafetes con fotografías de diversos tamaños, que ilustran el objetivo de su recorrido: retratos de personas que perdieron, que extrañan.

“Esperamos ser escuchadas”, murmura Minerva Zavala, mujer de ojos cansados y voz apagada, quien lleva 30 años buscando a su hermano. No cuenta mucho sobre su historia, ni tampoco sobre su camino; no obstante, su rostro arrugado se destensa al hablar de su causa: “Realmente, el amor es lo que nos hace llegar a este país en búsqueda de nuestros seres queridos”.

Arriban a la frontera de México-Guatemala para iniciar su camino, es ahí, en las oficinas de migración de la ciudad de Talismán, Chiapas, donde el Instituto Nacional de Migración (INM) les otorga asesoría y permisos de tránsito. Gracias al apoyo de ONGs, albergues y fundaciones, pueden sobrellevar el paso por tierras mexicanas.

Es un trayecto destinado a ser recorrido en grupo, ya que las mujeres están conscientes de las circunstancias a las cuales estarían expuestas si lo hicieran por cuenta propia. Los peligros de las rutas en terrenos desconocidos giran entorno a la delincuencia por parte de las redes de narcotráfico y la delincuencia común.

Es así, como entre la desesperación y la añoranza, nacieron los lazos que hoy en día inspiran a las madres a seguir luchando por justicia para sus seres queridos. El principal objetivo de la caravana, según sus integrantes, es compartir experiencias de sanación y hacer conciencia sobre la gran problemática que representa la migración forzada.

Consigo, cargan banderas que revelan su proveniencia: Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Los problemas que han presenciado en sus hogares las armaron de valentía y de coraje. No obstante, fueron la muerte, la corrupción y el hambre las que sembraron en sus familias el sueño de escapar hacia un mejor horizonte.

Se fueron con la ilusión americana. Al menos, así lo cree María Elizabeth Martínez, madre que llegó a la frontera sur de México desde Tegucigalpa, Honduras, para rastrear a su hijo.

“Es un sueño americano que en el camino hacia allá se los quitan”, admite decepcionada, después de argumentar que pasar por tierras mexicanas representa el mayor peligro.

La XIV Caravana de Madres Migrantes llegó a Ciudad Hidalgo, en Chiapas, el 23 de octubre, pero no fue hasta los días 2, 3 y 4 de noviembre que pisaron la capital mexicana. Este año, el movimiento coincidió con el Foro Social Mundial de Migraciones, organizado en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, donde se unieron en protesta con madres provenientes de países de África y Europa.

Ahí, unificaron su dolor, su amor y sus fuerzas para protestar por “el derecho a la verdad y la justicia”, tema central de la caravana. También expusieron sus preocupaciones, y pese a la diferencia de acentos, idiomas y religiones, hubo una fusión de lágrimas, cantos y demandas: “¡Ninguna persona es clandestina! ¡Por el derecho a la verdad y a la justicia!”.

En este contexto, demostraron que el temor de no dar con el paradero de sus familiares no las paraliza, sino que les da más fuerza para seguir en la batalla.  Pretenden que su ejemplo sirva para prevenir el incremento de casos como los suyos, ya que más de 70 mil personas de Centroamérica han desaparecido en territorio mexicano, según cálculos hechos desde hace 12 años por del Movimiento Migrante Mesoamericano. Sin embargo, no hay cifras oficiales.

Tan solo del 2011 al 2018, se han descubierto al menos 601 fosas clandestinas en el estado de Veracruz, según la Fiscalía General del Estado de Veracruz (FGE). Muchas de estas fueron localizadas por redes de mujeres rastreadoras, quienes están en contacto directo con testigos de secuestros, víctimas e inclusive con asesinos narcotraficantes. Ya antes, los cuerpos, sin identificación, han probado ser de migrantes centroamericanos.

Padres migrantes en el Foro Social de Migración 2018

Continuar con su labor es una tarea difícil cuando viven con el suspenso y la duda carcomiéndoles la mente. A estas alturas, incluso una noticia trágica las ayudaría a poder cerrar el ciclo de incertidumbre en donde se encuentran. Eso lo prueba Rosa Irene Jiménez, madre proveniente de El Salvador, quien busca a su hijo, desaparecido desde 2013, a los 14 años de edad: “No pierdo la fe ni la esperanza, voy a encontrar una pista (…) para poder comunicarme con él”.

Al final de su participación en la Cumbre Mundial de Madres de Migrantes Desaparecidos, formularon un manifiesto, en el cual expresaron las demandas que anhelan ver cumplidas. Rechazan la separación de familias a causa de la migración forzada; quieren que haya respeto hacia sus derechos humanos; buscan la garantía del libre tránsito de migrantes, y, sobre todo, demandan el derecho a la verdad y el esclarecimiento de hechos.

En el mismo, sostienen que migrar es un derecho, pero no migrar también lo es. El pesar y el coraje se unen en su exigencia por el derecho a una vida digna para todos, y con esperanza de hacer eco en la mente de las autoridades de sus respectivos países, prosiguen con su ruta hacia el estado de Puebla y Oaxaca, para finalmente regresar a la frontera de Chiapas.

Entre las integrantes, María Hernández Torres camina por el encuentro con su hermano: “Vengo representando a mi mamá, ella espera a su hijo en casa”. Es de Guatemala, país donde para los migrantes acaba Centroamérica y empieza el destino hacia el rastreo de los extraviados: “La noticia que le voy a llevar a mi mamá es que hay más madres que tienen el mismo dolor que ella”.

Abandonaron México el 7 de noviembre, aún cargando el recuerdo de sus seres queridos, pero con la cabeza en alto, orgullosas de su labor en la nación.Tras ellas, se queda una estela de sus voces en unísono, fuertes, punzantes y agridulces: “¡De norte a sur, de este a oeste, los buscaremos, cueste lo que cueste!”.

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Andrea Molina

Arantza Ocampo

Samantha Romo

Tiare Sandoval