¿Es posible que una banda pueda reunir a toda clase de públicos para su show? ¡Claro que sí! Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio lo acaban de hacer en el Teatro Metropólitan el pasado fin de semana.
La agrupación liderada por Roco Pachukote presentó su show Noches de Kumbala los pasados sábado 08 y domingo 09 de junio en el Teatro Metropólitan de la Ciudad de México (CDMX). Tuve la fortuna de estar en la segunda función y aquí te platico cómo fue esta experiencia.
Un setlist cargado de éxitos
Con casi 40 años de trayectoria, Maldita Vecindad cuenta con muchos éxitos en su repertorio y esto se vio el domingo en Noches de Kumbala. El grupo tocó desde temas de su primer disco como Rafael o Mujer hasta su material más reciente como Música Guerrera. Incluso le dieron espacio a Con Solo Tocarte, pieza que escribieron para la película Asesino en serio.
Si bien hubo muchos momentos donde el público se prendió, lo cierto es que las canciones más aclamadas fueron las pertenecientes a El Circo, el álbum más popular de “La maldita”. Aunque no me refiero solamente a Pachuco y Kumbala, pues otras piezas como Un Poco de Sangre o Pata de Perro también fueron muy bien bailadas y cantadas con los asistentes. Cabe resaltar que los fuimos el segundo día tuvimos el privilegio de escuchar Solín, la cual a la banda simplemente se le olvidó tocar en su primera presentación.
Hoy en día el concierto de Maldita Vecindad se convierte en una celebración no solo de la gran carrera que ha tenido la agrupación, sino también de la cultura y música mexicanas. Como se aprecia en su discografía, este proyecto abarca muchos géneros como ska, rock, cumbia, danzón, etc. y esto se presta para entregar un espectáculo de casi dos horas variado y sumamente entretenido, del cual sales orgulloso no solo de la parte tradicional de México, sino también de su folclor callejero.
Roco Pachukote: el frontman que toda banda quiere
A pesar de la edad, Roco Pachukote sigue dando cátedra de lo que es ser el frontman de una banda. Si no fuera por él, definitivamente el show de Maldita Vecindad no sería el mismo. Gracias a su energía, su voz y sus ganas de bailar, ese inevitable que algo de la vibra de Roco terminé inundando tu alma y que te unas a la fiesta.
También hay que darle reconocimiento a los demás integrantes, quienes tal vez no bailen o salten como Roco, pero dan todo de sí en cada nota. El montaje que presenta Noches de Kumbala cuenta con batería, percusiones, teclados, saxofones, guitarra eléctrica y bajo, lo que crea un sonido muy parecido al de las versiones de estudio. Sin embargo, no podría obtenerse este sonido si no fuera por los integrantes de Maldita Vecindad, quienes tienen un desempeño impecable.
El set acústico: un experimento que no termina cuajar
A mitad del concierto hay una pequeña pausa que la banda aprovecha para preparar un set acústico. Al principio esto parece una excelente idea, pues les permite a los asistentes tomarse un respiro y hasta ir al baño, pero una vez se reanuda el espectáculo te das cuenta de que tal vez es más perjudicial que benéfica.
Maldita Vecindad tiene a su público acostumbrado a un sonido y, si bien el grupo en acústico no suena mal, lo cierto es que no es lo que espera la audiencia. Así que una vez volvieron a sus asientos estaban completamente desconectados y no fue hasta que volvió el sonido eléctrico que reconectaron para cerrar el show de la mejor forma posible.
También hay que hablar que en mi caso sufrí mucho con la ecualización que se presentó. No sé si sea un tema del recinto o del equipo, pero en momentos la voz de Roco se escuchaba algo saturada y no se entendían las letras. Me parece muy raro que esto sucediera en el Teatro Metropólitan, pues anteriormente he tenido la oportunidad de ver otros actos de rock sin este problema.
La unión de un pueblo entero
Si algo destacada de Maldita Vecindad, además de su sonido innovador en su época, es que han unido a distintos públicos en sus conciertos. En el Teatro Metropólitan se dieron cita gente de todas las clases sociales y de todas las edades. Estas casi dos horas estuvieron llenas de buena vibra, pero sobre todo de un pueblo unido.
Noches de Kumbala se convirtió en un momento de paz donde todo lo malo del mundo pasaba a segundo plano. Si bien se le dio un espacio a reflexionar sobre ciertas tragedias como la guerra en Gaza o la pandemia, lo cierto es que la mayor parte del tiempo hubo un enfoque en la música y hacernos olvidar los problemas que vivimos tanto nosotros mismos como el planeta entero.