Dentro del edificio tapizado de ventanales, entre todas las oficinas de académicos y universitarios, hay un cubículo que alberga una personalidad destacable. Se encuentra en el primer piso de uno de los recintos más concurridos por los alumnos de la carrera de Comunicación de la Universidad Panamericana: el edificio de Valencia.
En el interior, la nueva oficina de Óscar Colorado resguarda una colección de libros y revistas con tópicos de la historia de la fotografía acomodados cuidadosamente sobre el único librero que adorna el lugar. Además, pequeños objetos alusivos a su pasión aguardan en las repisas del mismo.
Detrás de su silla, se vislumbran restos de algunos de sus más recientes trabajos, tales como impresiones de su historieta Cam-Man, la cual es la primera en ilustrar el pasado y la evolución de la fotografía.
A pesar de ser un hombre ocupado, Óscar nos recibe con la emoción de quien disfruta entablar largas charlas. Es una persona seria, pero cuando se trata de sus pasiones, le cuesta frenar las palabras que emanan de su mente.
Es entonces que nos cuenta sobre el verdadero papel que desempeña en este arte. “Hoy por hoy, la comunidad fotográfica me ubica más como un divulgador, crítico e investigador de la fotografía que como fotógrafo”, admite.
Con la mano en la barbilla y después de tomarse unos minutos para reflexionar sobre su respuesta, confiesa que su primer impulso fue investigar, indagar y profundizar sobre la fotografía para mejorar sus imágenes; sin embargo, en el camino de esta búsqueda, parece que esta labor ha destacado más que sus propias fotografías.
“Eso me enorgullece, pero también tiene una nota peculiar, porque lo que a mí me gustaría es que mis fotos estuvieran en la Fototeca Nacional o en Bellas Artes, pero lo que están son mis letras”.
Es entonces cuando cambia de tema y recuerda la primera vez que sostuvo con ilusión una cámara en sus manos, tenía 7 años. Era una Kodak Instamatic 44, y con ella salía al jardín de su casa a retratar a sus peluches, aunque sus familiares lo tacharan de loco, recuerda entre risas.
Con esa pasión de infancia, podía imaginarse estudiando una carrera relacionada con las artes visuales; no obstante, su padre dudaba sobre los frutos que esta le daría. Así fue como decidió matricularse en una carrera “seria”: Derecho. Entre las opciones posibles, era la que menos le disgustaba.
Esto no frenó sus sueños, sino al contrario, reforzó su vocación. Tras haber perdido su primera cámara en un robo a su hogar, comenzó su camino en la adquisición de diversos aparatos fotográficos. “Hoy debo tener más de cien cámaras. Eso es porque las cámaras, como aparatos, me fascinan”.
No tiene una cámara favorita, pues para él son como prendas de vestir: hay una para cada ocasión.
“La verdad es que la cámara es un instrumento. Quizá hay herramientas más versátiles que otras, pero una herramienta es un instrumento que sirve para solucionar un problema específico”, recalca.
Parece que el tiempo no corre cuando uno se sienta cara a cara con este personaje tan lleno de anécdotas. Pero antes que nada, su vida agitada nos recuerda que quedan pocos minutos para que culmine la charla.
La fotografía ya es parte de su esencia. Óscar no se imagina la vida sin los libros y el programa de radio, Imagen líquida, en donde plasma la inspiración que esta le regala.
Pero detrás de esa perspicaz personalidad se esconden otros pasatiempos. No solo le gusta retratar la vida detrás de su lente, sino que también se deleita con el arte de la cocina, así como con las melodías que las cuerdas de su guitarra desprenden.
“Soy guitarrista de blues desde hace 30 años. En ese tiempo, creo que he dado uno o dos conciertos”, nos cuenta. Sin embargo, ha tenido que alejarse de este mundo luego del nacimiento de sus hijos.
Además, es fanático de los autos, las motos y los relojes. Aún así, su fascinación más especial es pasearse por las líneas de la novela de Juan Rulfo, Pedro Páramo. “Es una novela que leo y vuelvo a leer y que me parece inagotable”.
“Desde luego que hay muchas otras cosas que me apasionan y que me llevo, al final del día, también a la fotografía”, finaliza y nos despide con una sonrisa.
Andrea Daniela Molina Pérez, Arantza Ocampo Jurado, Samantha Romo García