Nubes de polvo se elevan por los cielos, apenas un pequeño círculo resplandeciente logra filtrarse entre la polvareda. Cuando se disipa un poco por el viento, centenares de cabezas azules, negras, y blancas se asoman de entre los cimientos. Si se voltea a la izquierda, se divisan decenas de cascos, y si se torna la mirada a la derecha, también. Es como una pequeña invasión en las colonias.

“El ruido no nos deja dormir, ni estudiar, ni hacer nada en paz. No hay un solo minuto en el que pare”, expresó Verónica Meneses, habitante de Actipan. “No dormimos, los ancianos no duermen. Nos afecta y nos afecta mucho. La luz y los ruidos están 24/7, ¿y qué podemos hacer nosotros?”, exclamó Claudia Martínez Reyes, religiosa perteneciente a la orden guadalupana.

Se escuchan muchas quejas, pero todas quedan en el aire. Las autoridades parecen que carecen de oídos. Se refugian en el argumento de que los papeles de las obras están en orden y que todas sus acciones se realizan bajo el marco de la ley.  Nadie se puede escapar de lo que conllevan estos nuevos edificios en construcción. La Cámara de la construcción ni siquiera toma llamadas, nadie responde realmente a las plegarias de los colonos.

Estudiantes, adultos, y ancianos, no ven el fin del desastre que dejan las múltiples edificaciones que asesinan lentamente la tranquilidad y silencio que existían en un pasado en la colonia Insurgentes Mixcoac, una zona habitacional y escolar.

Los colonos se quejan del ruido, la tierra, las ratas y del cierre de calles, y aunque llega la noche, no encuentran descanso, y es que en la mayoría de los edificios en construcción los obreros trabajan en tres turnos de 8 horas cada uno, con lo que cubren las 24 horas de cada día.

De la tranquilidad al caos

Todos los días, Jorge, un estudiante de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México, sale de la residencia de estudiantes a las 8:00 horas. Al mismo tiempo, pero a unas cuadras de distancia, diversas cuadrillas de obreros se preparan para entrar a su trabajo. El trayecto de Jorge hace dos años era sencillo. Caminar sobre la calle de Murcia, doblar a la derecha para llegar a Actipan; después, virar a la derecha para incorporarse a la acera de Insurgentes Sur y, a unos metros, sería visible la estación de Metrobús más cercana: Río Churubusco. Este recorrido le tomaba alrededor de unos cinco minutos.

Actualmente, este tiempo se ha duplicado. Al pasar por la construcción que se encuentra en Actipan, Jorge ve a las cuadrillas de trabajadores entrar a sus labores; además, cuando camina en la acera de Insurgentes Sur, varios techos de lámina improvisados y sustentados por tubos de metal, fungen como protectores para que no caiga algún material de construcción a los transeúntes. Otra problemática que es visible es la obstrucción del tránsito vehicular. Con frecuencia, camiones de casas de materiales se estacionan sobre Actipan para entregar los elementos necesarios para seguir con la edificación.

Jorge tiene un horario mixto en la facultad. Por tanto, no tiene una hora de salida fija. Algunas jornadas sale antes de las 20:00 horas, otras, a las 22:00 horas. Después de un largo día de estudio y cargado de tareas, desea llegar a su casa, relajarse y comenzar a realizar sus pendientes que día a día se acumulan. No obstante, sea cual sea la hora de arribo a su residencia, la contaminación auditiva está presente. En esta ocasión, los martillazos, los taladros e incluso placas de metal son la sinfonía que despiden el día. A pesar de que la actividad disminuye durante la madrugada, en comparación con el día, desde antes del alba suelen escucharse las indicaciones de los trabajadores.

Además, el auge de la construcción en la Insurgentes Mixcoac, ha generado un impacto en los servicios. En los últimos dos años, se ha nodado la reducción en la presión de agua. Jorge nos comentó que durante la madrugada, hora a la que prefiere bañarse, la presión disminuye.

Él argumenta que las casas son las principales afectadas; ya que, la mayoría de ellas, no cuentan con una cisterna. Ante esta situación, los habitantes de la residencia de estudiantes han platicado con la casera para que se opte por la compra de una bomba de agua.

Jorge está preocupado; ya que, esto incrementará la renta de su habitación. Por el momento, no ha planeado cambiarse debido a que la zona le es cómoda; sin embargo, siempre existe la posibilidad de que sus padres le digan que vaya buscando alguna alternativa.

“Sí nos afecta”

La hermana guadalupana Claudia Martínez Reyes hizo un espacio dentro de sus múltiples labores, para relatarnos cómo es que ha cambiado la colonia con el paso de los años y desde que inició la ola las construcciones.

“Todo se resiente, honestamente yo sí noto un cambio, este lugar era zona residencial, ahora a donde quiera que voltee hay edificios grandes, ya nos dejaron en medio de todo”, afirmó la religiosa.

Y es que desde la calle de Murcia, donde se encuentra el hogar guadalupano, se ven tres edificios en construcción. es imposible escapar a sus consecuencias.

“Hay ruido. Hay ruido día y noche. A veces es imposible dormir”, externó Martínez. Y es que el ruido no es la única molestia que esas construcciones traen consigo, sino que también hay otros factores los que le quitan el sueño a los colonos de Mixcoac.

“Tienen su luz prendida toda la noche, y como está desde lo alto, es imposible no verla. Nosotras no vivimos solitas, también cuidamos de adultos mayores, y los pobres nunca duermen. Cada noche hay que ponerles bolsas de plástico negras en las ventanas y esperar a que el ruido les deje descansar aunque sea tantito, porque les digo que no para”, agregó.

Nos comentó que los demás problemas son menores y que en ocasiones sí les estorba, por ejemplo, que estén descansando los constructores en la acera, sobre todo porque en ocasiones sacan a los adultos mayores que cuidan a caminar o a pasear y si tienen andadera o silla de ruedas no pueden desplazarse.

“Solo hacen que nos dilatemos un poco más a la hora de pasar, pero ya después no hay ningún problema, tal vez haya más polvo, pero de todas manera limpiamos diario por la salud de las personas que viven aquí, detalló.

Tanto la hermana Martínez, como sus contemporáneas han sufrido las consecuencias de las construcciones masivas de la zona. Adultos y jóvenes se han encontrado con esta situación que ha cambiado sus vidas en varios sentidos, desde sus hábitos, como los de sueño, hasta su dinámica, como en el transporte.

“No me siento segura”

Verónica Meneses, colona de Mixcoac y estudiante de la Universidad Panamericana, asegura que la tranquilidad que la acompañaba a la escuela todas la mañanas ha desaparecido. Que ya no puede disfrutar de salir a correr por el parque cercano a la universidad. Le da miedo ir al gimnasio. Ni siquiera puede ir a la tienda frente a su casa en paz porque se encuentra con el desastre cara a cara.

“Honestamente yo no me siento segura saliendo de casa, ni en la mañana, ni a mediodía, y ni se diga en la noche. Hay personas ahí todo el tiempo”, relató.

Y es que Verónica platica que no es la gente como tal la que le molesta sino su actitud grosera e irrespetuosa: “En verdad no son prejuicios, y no tengo nada directamente contra ellos, pero no es nada agradable que te chiflen cada que sales y regresas a tu casa, y lo peor es que no hay manera de evitarlo porque siempre están ahí”.

La invasión del espacio también se vuelve molesta, pues como peatón uno debe caminar por la calle como si no hubiera acera, esquivar los coches y correr peligro de forma inevitable.

“Es impresionante cómo se quedan en la banqueta todo el tiempo, me siento invadida. Ahí toman todos sus descansos y comen, y por si fuera poco se sientan en las barditas y escaleras de mi edificio”, añadió la joven.

Y es que cada construcción tiene un aproximado de 500 trabajadores, de acuerdo con los obreros que reportan al arquitecto Erick Téllez. No hay un posible camino libre con tanta gente.

Verónica se ha hartado también del gentío que abarrota la tienda en la esquina de su casa y ha optado por ir a un supermercado grande, en vez de comprar en el local.

El tendero Óscar Muñoz platica que a partir de las construcciones ha habido muchos cambios en su negocio: “La verdad a nosotros nos benefició mucho al principio que todos los trabajadores vinieran a comprar a la tienda, son muchísimos y como están todo el día, siempre están aquí”.

Sin embargo, añadió, este beneficio duró poco.

“Llega un punto en el que se vuelve un desastre. Ensucian la tienda todo el tiempo, no se forman, incluso puse unos letreros para que se respetara el orden, pero parece que no los ven”, denunció Muñoz.

El joven Aurelio Pérez, ayudante en la misma tienda, coincidió con su patrón: “Aunque los tenemos a ellos (los obreros) como nuevos clientes, muchas personas que nos compraban ya no han regresado, se entiende porque no se quieren enfrentar al desastre que Don Muñoz, su esposa y yo enfrentamos todos los días”.

La razón del caos

La colonia Insurgentes Mixcoac era conocida como una de las zonas con mayor plusvalía en la delegación Benito Juárez. En el ámbito social, habitar en esta zona conllevaba gozar de tranquilidad, al evitar los grandes males de una ciudad como el tráfico, el ruido y la concentración de personas.

Asimismo, atractivos históricos caracterizan a esta colonia. Como botón de muestra se encuentra la parroquia de Santo Domingo de Guzmán, punto de concentración familiar, sea cual fuere el día de la semana. Conforme ha pasado el tiempo, y no solo en este territorio, las edificaciones verticales han tenido una mayor proliferación. El perímetro ubicado entre la calle de Actipan y Asturias es víctima de este nuevo panorama visual.

En la avenida Insurgentes Sur, esquina con la calle Asturias, hace tres años se decidió demoler el mítico Cine Manacar. En los años 60, esta sede de entretenimiento era la más conocida en la Ciudad de México. En el recinto se reunían personas de diferentes edades para gozar de una plácida función; sin embargo, a pesar de tener un valor histórico por el mural tan característico que rodeaba la pantalla, se tomó la decisión de rehabilitar el terreno. El proyecto contempla un centro comercial y miles de metros cuadrados de oficinas.

“Ha habido quejas de los vecinos, pero las obras son temporales, ellos deben de entender que esto es parte de una modernización y traerá consecuencias positivas para la zona”, comentó Erick Téllez, arquitecto encargado de la obra. “Todos se quejan del ruido, pero es necesario, si nosotros no lo hacemos, alguien más lo hará, además al final todos disfrutan de las construcciones finales, lo de antes es un precio que se tiene que pagar a fuerzas”.

El constructor aseguró que no son la única construcción que genera problemas. Y que el desnivel en Río Churubusco era el que causaba un mayor impacto en las vialidades.

La Insurgentes Mixcoac, en donde alguna vez reinó la paz, ahora lo hace el caos. Una colonia llena de sitios históricos, como la Parroquia de Santo Domingo, o la Hacienda Textilera que data del siglo 18 y sede actual de la Universidad Panamericana, se ve amenazada por un problema de sobrepoblación. Esta colonia, denominada como zona residencial, peligra en convertirse en una colonia más; es decir, de corte comercial.

En las calles ya no se vislumbran niños jugando, estudiantes caminando, o gente practicando deporte. El panorama visual se ha modificado por vigas de acero. Los silbidos armoniosos de los pajarillos se han vuelto en disonantes martillazos; el verde de las jardineras ha sido opacado por capas de polvo, y por el concreto gris; y los habitantes no pueden hacer nada más que ser testigos de un nuevo y triste comienzo para lo que un día fue su tranquila colonia, Insurgentes Mixcoac.

Mauricio Ordaz y Sarahí Martínez