Bagdad.- En Irak, ejercer la medicina es a menudo cuestión de vida o muerte para los médicos, quienes cansados de las amenazas, emigran masivamente.

La médico Shaymaa al Kamali tuvo que huir del hospital por una puerta de servicio para escapar de hombres armados que llegaban para vengarse de que ella hubiera prohibido al padre de un paciente quedarse fuera de las horas de visita.

«Me quité la bata y salí con un colega. Nos fuimos juntos en un taxi como si fuera su mujer y no un médico como él», dijo. «No volví al trabajo en 10 días».

De Basora, en el extremo sur del país, hasta Samarra, al norte de Bagdad, todos los médicos, sindicalistas o directivos de salud cuentan las mismas historias, de médicos golpeados, amenazados de muerte o secuestrados por haber ejercido la profesión.

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Ley tribal

Y cuando no son el blanco directo, se encuentran atrapados en medio de la violencia. No es extraño ver a hombres armados combatiendo en el interior de los hospitales.

Algunos médicos, obligados por la ley tribal y las asambleas de dignatarios que imponen sus propias leyes, llegaron a pagar hasta 45 mil dólares a familiares de pacientes para dejar de ser el blanco de venganzas, asegura la doctora Kamali.

«A veces, los pacientes llegan moribundos al hospital y cuando mueren, sus familias acusan al personal sanitario de no haber hecho su trabajo», protesta Sahar Mulud, farmacéutica de formación y número dos de la dirección de Salud de la provincia de Saladino, al norte de Bagdad.

«Consideraciones tribales o confesionales interfieren con el juramento de Hipócrates», afirma Peter Maurer, presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que hizo campaña contra este fenómeno.

Frente a estas espadas de Damocles, muchos eligieron el exilio, una opción que la doctora Kamali, de 32 años, baraja constantemente.

De su generación de 348 médicos diplomados en 2009, ella asegura que 285 se fueron de Irak. “Las agresiones fueron la principal razón del exilio», declara.

Según los profesionales de sanidad, en los últimos 15 años, un total de 20 mil médicos abandonaron el país, antaño conocido por sus establecimientos de tecnología de punta y por sus especialistas. Ahora los equipamientos escasean.

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Armas para defenderse

“Además de la escasez de medicamentos faltan médicos”, afirma el doctor Seif al Badr, portavoz del ministerio de Salud.

En 2017, Irak contaba con más de nueve médicos por cada 10 mil habitantes, o sea, dos veces menos que Libia, un país sumido en el caos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En Basora, una provincia petrolera donde impera la ley tribal y abundan los grupos armados, hay una quincena de agresiones físicas o verbales por mes, afirma el doctor Husein Udai.

El miedo generado por este fenómeno provocó la partida de buena parte de los médicos, sobre todo de especialidades como la cirugía cardiaca o la neurología, añade.

En 2013, el parlamento votó un texto que autoriza a los médicos poseer una pistola. Según Abdel Amir al Shemari, presidente del sindicato de médicos, no son más que palabras, en los hechos la ley no se aplica.

El vicepresidente del parlamento, Hasan al Kaabi, propuso recientemente una solución todavía más radical: incluir las agresiones a los médicos en la ley antiterrorista, que prevé incluso la pena de muerte.

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Entre tanto, en los pasillos de los hospitales y en las salas de consulta las pandillas pueden agredir a los médicos, asegura la doctora Kamali. En estos lugares es la ley de la jungla.

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