Cortometraje experimental es una de esas categorías en las que uno entra a la sala de cine sin saber exactamente qué esperar. Y es que los cortometrajes que se presentan son tan variados y con una narrativa tan diversa que muchas veces es difícil encontrar el criterio que los une y los hace estar en la misma categoría.
De la selección oficial para esta categoría en la décimo octava edición del Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF, por sus siglas en inglés), el ganador fue Planeta ?, de Momoko Seto. Se trata de un cortometraje con una fotografía impecable que muestra cómo distintos seres como insectos y setas vuelven a la vida después de haber permanecido congelados en cubos de hielo. Es una historia sin diálogos que muestra de cerca la belleza y movimiento de la vida, así como el ciclo hacia la muerte. Maneja una estética limpia en la que las texturas, detalles y el audio son elementos clave de su éxito.
En segundo lugar y con una historia que también tenía al hielo y el agua como elementos principales se encuentra Objeto, de Paulina Skibinska, que muestra la búsqueda de un buzo en el agua desde el momento en el que se rompe el hielo para que el buzo se sumerja.
Loca por los camiones, de Akosua Adoma Owusu, refleja, a partir de la historia de una niña, todo un movimiento de protesta en contra de la discriminación racial en Estados Unidos, en donde las personas de color debían sentarse en la parte trasera del camión.
Con una narrativa totalmente diferente y con base en coreografías y música, Una caminata africana en China, de Pierre Larauza y Emmanuelle Vincent, sitúa a una joven africana en medio de las calles menos glamorosas de China generando contrastes. El corto cuenta con buena fotografía, pero no pasa de ser una buena coreografía.
Por su parte, Splintertime, de Rosto Ad, cuenta con buenos efectos y se asoma el deseo de querer revelar la fragilidad y complejidad del ser humano pero se queda en el intento y el espectador fácilmente se puede perder en el universo del corto en donde no hay tiempo ni espacio.
Paola Ortiz