“¿Somos humanos o somos bailarines?” Brandon Flowers, vocalista de The Killers, lanzó al aire esta pregunta desde el centro de un gigantesco escenario, con una luna a medias observándolo entre las nubes del obscuro cielo sabatino.

La respuesta que ofrecieron decenas de miles de almas fue un grito al unísono que confirmó lo inevitable: ni siquiera el frío pudo evitar que el primer día de la edición 2016 del festival Corona Capital fuera una fiesta.

La celebración había comenzado 11 horas antes de que Flowers y el resto de su agrupación de Las Vegas se adueñaran del escenario principal del festival.

A las 13:00 horas se abrieron las puertas de la curva 4 del Autódromo Hermanos Rodríguez y quienes hacían fila desde las primeras horas de la mañana comenzaron a acceder uno a uno al recinto.

La rigurosa inspección de seguridad aumentaba la espera, pero eso no borraba las sonrisas de quienes aguardaron días, semanas o meses para la llegada del 19 de noviembre.

Gig Wigmore y los múltiples tatuajes que adornaban sus brazos le dieron la bienvenida a la música. La cantante neozelandesa cortó el virtual listón inaugural al ritmo de rock, y el público, que iba en aumento al paso de las canciones, respondió con silbidos de euforia y aplausos.

Al tiempo que Parquet Courts, The Struts y Cloves dejaban su máximo esfuerzo en sus respectivos escenarios, otro invitado amenazaba con hacer una aparición poco grata.

La pandilla de nubes en el cielo y distintos pronósticos meteorológicos auguraban precipitaciones intensas en el Valle de México. La caída de las primeras gotas de lluvia encendió las alarmas de los asistentes al festival, quienes se apresuraron a buscar refugio.

Afortunadamente, todo quedó en una advertencia, pues, aunque las nubes no abandonaron su guardia, la lluvia dio tregua. Sin embargo, el frío cobró fuerza al paso de las horas.

La música no fue el único ingrediente que dio vida al festival. Visitantes habituales y primerizos pudieron disfrutar de sillas voladoras, bungies y distintas actividades que brindaban un descanso del canto y el baile. Eso sí, con canciones de artistas reconocidos internacionalmente sonando en el fondo.

Sobre los escenarios había rostros no vistos en las pasadas ediciones. Tras 17 años de carrera, Dashboard Confessional conoció a su público mexicano. “Este es el mejor día de mi vida”, confesó su vocalista Chris Carraba a los miles que coreaban sus canciones.

El Corona Capital busca rendir homenaje a quienes dedican su vida a transmitir mensajes a través de las canciones. En esta edición existió un espacio para la remembranza de quienes, en su paso por la Tierra, moldearon a la industria musical.

Actos como Tegan and Sara y Unknown Mortal Orquesta se realizaron bajo la sombra de David Bowie, Prince y Leonard Cohen, ya que el rostro de estos compositores, fallecidos en 2016, reposaba plasmado en murales coloridos desplegados alrededor del autódromo.

Al igual que lo hizo gente de todas las edades, los distintos géneros musicales convivieron de manera armoniosa durante el día. Mientras Fischersponner  aportaba melodías electrónicas, las chicas de Haim hacían lo propio con la ayuda de guitarrazos.

Cayó el sol y la temperatura siguió sus pasos. Entre los asistentes era constante observar una auténtica triada invernal compuesta por suéter, chamarra y chaleco. Pero no faltaban los valientes que se defendían del clima gélido con bermudas y faldas.

Richard Ashcroft encontró un buen remedio para el frío en su canción –convertida en himno– Bitter Sweet Symphony. Con los primeros remates del violín transportó al público a los años 90: la época gloriosa del Britpop.

“Nos vamos a levantar con el poder de la música”, dijo el antiguo cantante de The Verve.

Un par de minutos después de las 23:00 horas se apagaron las luces de autódromo y los decibeles llegaron a su máximo nivel.

Una inmensa letra “K” de luces de neón fue la señal que miles esperaban con ansias desde que se abrieron las puertas del recinto a mediodía: The Killers estaba encima del escenario.

La banda de Las Vegas llegó a México acompañada de sus mejores éxitos: Somebody Told Me, Humans, Runaways. Cada canción fue coreada más que la anterior.

Por poco más de hora y media parecía no existir más que los mensajes inscritos en las letras compuestas por Brandon Flowers y en las palabras que dedicó, entre canciones, al público mexicano, que a esas alturas ya se había olvidado del frío:

“No importa quienes sean nuestros presidentes. Todos somos hermanos y hermanas. Todos somos americanos”.

Héctor Tapia Martínez