Tras haber tenido un encuentro con el Presidente de la República y el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, hoy, sábado 13 de febrero, el Sumo Pontífice se dirigió a la Catedral Metropolitana para reunirse  con los Obispos y Cardenales mexicanos, en donde pronunció un discurso memorable, directo y honesto, en el cual recordó a los presentes que su responsabilidad con los fieles está en ser portadores del Mensaje Divino y tener coraje para enfrentar los problemas con la verdad.

Al llegar a la Catedral, que el día de hoy luce resplandeciente, el Cardenal de México, Norberto Rivera, pronunció unas palabras, dándole la bienvenida a Su Santidad. Después, el Papa Francisco tomó el micrófono para dirigirse a los miembros del clero con cariño y ternura pero sin dejar a un lado los problemas y tropiezos que la Iglesia Mexicana ha vivido en los últimos años.

Primero que nada, aceptó que se siente muy contento de venir a nuestro país pues un Sucesor de Pedro latinoamericano no podría “privarse de poder posar la propia mirada sobre la <<Virgen Morenita>>”, y desde hace mucho tiempo que ansiaba con poder mirarla. Pidió a todos que confiaran en sus palabras y rogó que “acojan cuanto brota de [su] corazón de Pastor en este momento.”

Les recordó a los obispos y cardenales que “la única fuerza capaz de conquistar a los hombres es la ternura de Dios,” y pidió que no olvidaran que a ellos se les ha confiado una responsabilidad de cuidar y guiar a un pueblo, transcurridos siglos de la fundación de este país y su evangelización.

Reconoció las dificultades por las que ha pasado el pueblo mexicano y los caminos turbulentos por los que muchas personas han optado caminar. Dijo, sin embargo, que estos eran momentos en los que más se necesitaba una guía sólida y confiable.

“Naturalmente, por todo esto se necesita una mirada capaz de reflejar la ternura de Dios. Sean por lo tanto Obispos de mirada limpia, de alma transparente, de rostro luminoso. No tengan miedo a la transparencia. La Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar. Vigilen para que sus miradas no se cubran de las penumbras de la niebla de la mundanidad; no se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa; no pongan su confianza en los <<carros y caballos>> de los faraones actuales, porque nuestra fuerza es la <<columna de fuego>> que rompe dividiendo en dos las marejadas del mar, sin hacer grande rumor,” declaró con firmeza.

Les pidió a los Obispos que “no pierdan tiempo y energías en las cosas secundarias, en las habladurías e intrigas, en los vanos proyectos de carrera” y que “no se dejen arrastrar por las murmuraciones”, recordándoles que es necesario tener una mirada que “testimonia haber visto a Jesús” de manera que sus palabras no se conviertan simplemente en “figuras retóricas vacías”.

También les pidió valentía para enfrentar los tiempos difíciles. Afirmó que no eran momentos que permiten “refugiarnos en condenas genéricas, sino que exigen un coraje profético y un serio y cualificado proyecto pastoral para contribuir, gradualmente, a entretejer aquella delicada red humana, sin la cual todos seríamos desde el inicio derrotados por la insidiosa amenazada”.

Por un momento dejó a lado el discurso preparado y, diciendo que lo que iba a decir no estaba en el texto pero que así le salían estas palabras, pronunció: “Si tienen que pelearse, peléense. Si tienen que decirse cosas, díganselas. Pero como hombres. En la cara. Como hombres de Dios que después van a rezar juntos, van a discernir juntos y si se pasaron de la raya, van a pedirse perdón. Pero mantengan la unidad del cuerpo episcopal. Comunión y unidad entre ustedes.” Firmemente y sin titubear, el Papa Francisco dejó en la Catedral un mensaje de perdón y autenticidad para buscar el bien.

Con el Papa 01

El Papa saluda a los Obsipos mexicanos // Fotografía: @conelpapa

Entre los grupos que más apoyo y amor necesitan, dijo el Obispo de Roma, están los indígenas, a quienes no se debe olvidar y excluir. Ellos tienen potentes raíces antiguas y “aún esperan que se les reconozca efectivamente la  riqueza de su contribución y la fecundidad de su presencia, para heredar aquella identidad que les convierte en una Nación única y no solamente una entre otras.”

De igual forma, reconoció lo que se ha hecho hasta ahora por los migrantes pero pidió que no se olvidaran de acogerlos con cariño y mantenerse cerca de ellos.  “Refuercen la comunión con sus hermanos del episcopado estadounidense para que la presencia materna de la Iglesia mantenga viva las raíces de su fe”, dijo.

Asimismo, el Papa Francisco pidió a los Obispos que no dejen solos a los sacerdotes. Que estén ahí para ellos como padres bondadosos incluso cuando “no puedan hacer otra cosa más que llorar porque han negado al Señor.” Les recordó que “el corazón de apóstol no fue hecho para cosas pequeñas.”

Habló de cómo a Dios no le interesan los hilos ni los colores e invitó a los presentes a ser como Él y a siempre buscar imitar a su Hijo Jesús. Reconoció las cosas buenas que se han hecho hasta ahora y pidió que jamás dejaran a lado ese espíritu misionero. Dijo que la Iglesia requiere de humildad y no debe convertirse en un “mero recurso humano”, sino debe estar consciente de que porta una “visión unitaria del hombre”.

“No se necesitan príncipes, sino una comunidad de testigos del Señor. Cristo es la única luz, es el manantial de agua viva. […] Toca a ustedes sembrar a Cristo sobre el territorio, tener encendida su luz humilde que clarifica sin enfuscar, asegurar que en sus  aguas se colme la sed de su gente, extender las velas para que sea el soplo del Espíritu quien las despliegue y no encalle la barca de la Iglesia en México.” dijo el Sucesor de Pedro con cariño y ternura.

Habló con gran fe y amor sobre la Guadalupana. Admitió que “sólo mirando a la <<Morenita>>, México se comprende por completo” e invitó a todos a depositar su confianza en la intercesión de la Madre de Dios. Concluyó sus palabras diciendo:

Queridos hermanos, el Papa está seguro de que México y su Iglesia llegarán a tiempo a la cita consigo mismos, con la historia, con Dios. Tal vez alguna piedra en el camino retasa la marcha, y la fatiga del trayecto exigirá alguna parada, pero no será jamás bastante para hacer perder la meta. Porque, ¿puede llegar tarde quien tiene una Madre que lo espera? ¿Quién continuamente puede sentir resonar en el propio corazón <<¿no estoy aquí, Yo, que soy tu Madre?>>?

Con este sentimiento conmovedor aún vibrando en la Catedral virreinal y en los corazones de millones de mexicanos, Su Santidad se despidió de los miembros del clero y los miles de fieles que estaban en el Zócalo desde la madrugada, y se regresó a la Nunciatura.

Con el Papa 02

El Papa Francisco junto con los Obispos y Cardenales de México. // Fotografía: @conelpapa

María Bolio