Julia Klug, una activista que ingenia y confecciona sus atuendos para manifestaciones variopintas desde hace más de dos décadas, motivada por su desgarradora historia.

A sus 65 años, esta mujer de firmes músculos y pelo cano corto, que ejecuta auténticas acciones artísticas por motu proprio en las protestas que considera «justas», se declara «una ciudadana comprometida con la justicia y las luchas sociales (…) que hace muchas cosas porque se haga conciencia».

Con sus provocativos atuendos como máscaras de cerdo, una lupa gigante hecha con un tambor de costura, excremento de plástico y cientos de disfraces forman parte de su acervo, para participar en cualquier manifestación, por más desangelada que sea.

Foto: AFP

«Hago todo tipo de imágenes con mi persona para llamar la atención de la gente», dice en «el museo» de su casa, como llama al salón donde tiene todo lo que ha usado en 22 años de activismo, incluyendo decenas de kilos de mantas con una infinita gama de leyendas.

Una vida de reclamos

A Julia, nacida en Guatemala en 1953, la acompaña la tragedia desde que nació. Su madre murió en su parto y su padre decidió regalarla a una familia que la violentó durante toda su infancia.

Por eso la primera manifestación a la que acudió fue una de 1997.

Con el llanto atorado en la garganta, dice que sospecha que por sus férreos reclamos públicos, el gobierno orquestó la muerte de su hijo, un joven piloto aviador de la Fuerza Aérea Mexicana que murió el 6 de octubre de 2010 al desplomarse la aeronave que piloteaba sobre el mar del puerto de Acapulco.

Antes y después de eso, Julia sostiene que ha recibido amenazas de muerte. Pero lejos de abandonar su activismo, Julia usa ahora la pensión que recibe del Ejército por la muerte de su hijo para seguir comprando materiales para sus creativos diseños.

Apenas el lunes 5 de agosto dedicó su último representación a la «discriminación racial que ha promovido (el presidente estadounidense, Donald) Trump en Estados Unidos». Consideró que este mensaje discriminatorio está detrás del tiroteo ocurrido en un supermercado de Texas el 3 de agosto que dejó 22 muertos, incluidos ocho mexicanos.

A Julia, que a veces confecciona sus disfraces en una noche, no se le ve asomo de cansancio. 

«Mientras las mierdas de los políticos corruptos y los pederastas siga existiendo, yo seguiré marchando», sostiene con una cálida sonrisa.