Con motivo de la beatificación de don Álvaro del Portillo el próximo 27 de septiembre, entrevistamos al padre Francisco Ugarte Corcuera, vicario regional del Opus Dei en México:

Francisco Ugarte destacó la bondad y humildad de don Álvaro / Foto: Arturo Roseti

¿Cómo ve este gran acontecimiento para el Opus Dei?

Es motivo de gran alegría, de agradecimiento a Dios y de aliento para el Opus Dei, ya que no solamente el fundador (san Josemaría Escrivá de Balaguer) ha sido canonizado sino que su sucesor vaya a ser beatificado es una segunda confirmación de que el camino que siguió la persona cercana a san Josemaría (Álvaro del Portillo) concluye con el reconocimiento por parte de la Iglesia a través de su santidad (Francisco I).

Algunas personas mencionan que Álvaro del Portillo era una persona afable, sonriente y servicial; usted tuvo contacto con él, ¿cómo lo recuerda?, ¿qué actitudes veía en él?

Lo traté tanto en México pocos días como en Roma en una época donde viví por allá, y siempre tuve la impresión de estar frente a alguien muy metido en Dios, humano, humilde, claro en sus directrices de gobierno y de formación. Un hombre muy firme en la doctrina y a la vez con una enorme bondad que se reflejaba en sus actitudes con una personalidad rica. Dios le concedió (estas cualidades) y supo cultivarlas de manera fiel.

Nos ha comentado algunas de las actitudes y cualidades que tenía, ¿qué actitudes vio que el estudiante universitario pudiera aplicar en su vida diaria?

Álvaro estudió mucho porque obtuvo a nivel universitario varios grados, títulos, doctorados que fueron fruto de una dedicación intensa al estudio. Es un punto de referencia para un estudiante que quiere tomarse en serio su vocación universitaria. Un hombre que en su vida personal invirtió mucho en el estudio haciéndolo compatible con otras actividades que realizaba. Supo invertir tiempo valioso para el estudio, lo consideró siempre como medio de santificación, y para cualquier estudiante que quiera encontrar en él una inspiración es un punto valioso.

Hablando de esta santificación, ¿qué quiere decir “ser luz, sal y fuego” y cómo se aplica en el andar universitario?

Don Álvaro tenía claridad de ideas, era hombre que tenía claro lo que significaba seguir de cerca a Jesucristo y eso lo aplicaba a la vida de cualquier persona que quisiera buscar la santidad a través de su actividad profesional. La formación que él adquirió era una que le permitía tener esa capacidad de orientarnos con mucha claridad, era luz porque nos marcaba el camino apoyado en las enseñanzas de la Iglesia católica y en el espíritu del Opus Dei dándonos una certeza de que, siguiendo ese camino, podríamos llegar a la meta a la cual todos hemos sido creados: alcanzar la santidad con la ayuda de Dios. Ser fuego, él tenía esto por su identificación con Cristo, con vida espiritual fuerte, trataba íntimamente a Dios y de ahí salía su fuerza y empuje para desarrollarse el mensaje que Dios le había encomendado que él promoviera.

Haber estado en contacto usted con él, ¿qué efecto tuvo en usted y en su andar en el Opus Dei?

Recuerdo su fidelidad a Dios (para cumplir su vocación) y la fidelidad al fundador que era el instrumento a través el cual Dios le había marcado el camino concreto. La convivencia con él fue un impulso para tratar yo, con mis carencias y limitaciones, de seguir ese camino de fidelidad; debía ser fiel a la vocación que Dios también me había dado. Tenerlo (a don Álvaro) como punto de referencia es un refuerzo muy grande.

Francisco Ugarte aconsejó a los estudiantes conocer a don Álvaro / Foto: Arturo Roseti

¿Nos podría contar la anécdota de la oración “El Dulcemadre” que compartió con Álvaro del Portillo?

Procede de una ocasión en la que, estando en Roma, me pidió que lo acompañara a visitar unos nacimientos y al llegar al primero me dijo: “voy a rezar una oración a la Virgen que me enseño mi madre, que era mexicana, es una oración por tanto mexicana, a ver si la conoces”. Rezó y me preguntó si la conocía y le dije: «padre, me suena”. No estaba seguro y dudé dándole esa respuesta un tanto ambigua.

Él me dijo: “puede ser que esa oración varíe de unas familias a otras y por eso no sea exactamente igual la que tú conoces que la que yo recé”, y a continuación rectificó: “quizá yo me he equivocado y he cambiado la letra con el paso del tiempo”, culpándose de esa diferencia posible; me sorprendió que se planteara la posibilidad de haberse equivocado ante un comentario tan superfluo de mi parte. Fue una manifestación de humildad: él se planteó la posibilidad de su error pero no se había equivocado porque tiempo después le pregunté la oración y es exactamente como se reza en México. La humildad destacó a don Álvaro.

Don Javier Echavarría (actual Prelado del Opus Dei) tuvo contacto cercano con Álvaro del Portillo, ¿qué piensa don Javier acerca de la beatificación?, ¿qué ve para la obra?

El Prelado actual tiene la misión de conducir el Opus Dei y lo que busca en los fieles de la prelatura es que seamos instrumentos que respondan al querer de Dios, que vayamos por el camino de la santidad y que procuremos hacer apostolado acercando almas a Dios. Ante la proximidad de la beatificación, él ha querido invitarnos a aprovechar ese acontecimiento para que en nuestra vida haya un crecimiento en esa búsqueda de la santidad y que procuremos comunicar a mucha gente el afán de ser santos en medio del mundo aprovechando el ejemplo de don Álvaro, ya que al hablar de él, estaremos ofreciendo una posibilidad de atender con mayor precisión lo que significa ese camino. Nos impulsa mucho para la mejora personal y para la mejora de más gente y acercarla a Dios.

Álvaro del Portillo y san Juan Pablo II tenían una relación estrecha de amistad, ¿considera coincidencia que en el mismo año uno sea canonizado y otro beatificado?

Estas coincidencias siempre tienen una explicación sobrenatural, Dios siempre está atrás de todo y si esto ocurre es porque Dios así lo ha querido. Es bonito pensarlo porque nos lleva al recuerdo de la identificación entre ellos de cómo don Álvaro estuvo íntimamente unido a él procurando ponerse a su disposición y moviéndonos mucho a rezar por el Papa pero no sólo por ser él sino porque, como decía san Josemaría, debíamos querer al papa fuera quien fuera.

En la Universidad Panamericana y en Medios UP tenemos la labor de dar a conocer el mensaje de Álvaro del Portillo y poner su ejemplo en la universidad, ¿qué recomendaciones nos daría para que seamos portadores de este mensaje de Álvaro del Portillo?

Don Álvaro tuvo que ver con el desarrollo de la UP porque alentó el trabajo que ahí se realiza, levantándonos la mirada para que no solamente fuera una universidad con mucho prestigio sino para que también se consiguiera el objetivo formativo que la universidad se propone: ayudar a los estudiantes a unir el estudio con su acercamiento a Dios, integrando las enseñanzas académicas con la formación doctrinal y espiritual para lograr unidad de vida en los estudiantes.

Si ustedes como estudiantes conocen la vida de don Álvaro de manera más concreta y conocen el modo de cómo él encaró el espíritu de san Josemaría encontrarán puntos de referencia aplicables a su vida personal: él era sereno y tranquilo pero con una capacidad enorme de trabajo, responsable y acostumbrado a hacer las cosas con prontitud, ese detalle para un estudiante que tiene que hacer bien las cosas y sacarlas adelante en plazos cortos de tiempo es un punto de referencia que podría inspirarles por parte de don Álvaro.

Arturo Roseti